Se supone que todo el mundo sabe el significado de este término. Pero, por si hay todavía alguien viviendo en la edad de piedra, resumo brevemente: Así son consideradas las zonas, especialmente las alejadas de los centros urbanos, boscosas, o baños públicos, donde se acude de forma discreta a interactuar sexualmente con otros individuos que asisten con la misma intención. Dicho cancaneo se basa en un código de movimientos, miradas y gestos prácticamente innatos o que el asistente va aprendiendo con su asiduidad. Un código bastante más diferente del de las zonas más comunes para el ligoteo en general puesto que quien va sabe que los demás van con el mismo fin, es mucho más rápido, nadie conoce a nadie, nadie habla con nadie, reina el silencio e impera una tensión sexual que se puede vender al peso. Dicho esto, y puesto su cotidianedad en el uso hablado, no cuesta saber de más la etimología del anglicismo en cuestión: El término cruising se acuñó en los años 1970 en EEUU y hacía referencia a un bar, el Booze 'n' Cruise, situado en la Ruta 66 en Albuquerque (Nuevo México). La palabra empezó a utilizarse como un código críptico en el argot inglés para poder hablar con otros de forma discreta (ya que la palabra originalmente significa atravesar caminando, patrullar, surcar) sin identificarse sexualmente ante los sensibles al pudor. Aunque, sin ponerle nombre, es un fenómeno tan antiguo como la humanidad, existen registros históricos de que esta práctica ya se realizaba en la antigua Roma. Los baños públicos son mencionados como lugares para encontrar compañeros sexuales. El poeta romano Décimo Junio Juvenal señalaba que allí los hombres se rascaban la cabeza con un dedo para identificarse ante los demás. También se cita que había hombres que buscaban marineros en las proximidades del distrito cercano al Tíber. Digamos que, pasados los siglos, todavía seguimos utlizando términos encriptados para no molestar la moral de los hipócritas. Personalmente me impactó, más que descubrir el cruising, la película homónima traducida al castellano como "A la caza" de 1980 dirigida por William Friedkin y protagonizada por Al Pacino, que a mi tierna e inocente edad me ayudó a sentirme menos raro.